Llega la Navidad. Única temporada del año respecto de la cual es absolutamente necesario, perentorio definirse. Es curioso: “no me gusta la Navidad , es pura falsedad”. Esta es una de las aserciones más repetidas en estas fechas. Pocos quedan a los que sí guste la Navidad , conclusión por otra parte obvia, habida cuenta, no del ateísmo, ojalá, sino del laicismo (paganismo con nuevos dioses no reconocidos) imperante.
Pura falsedad. Cómo si quedara algún ámbito de certidumbre en un sistema que nos lanza más allá de la verdad y la falsedad, hacia el fascinante mundo de la imagen. Serán, en todo caso, imágenes especialmente recargadas, melosas, en su contenido material. Pero formalmente se mueven en el idéntico terreno en que discurre eso a lo que aún osamos llamar “nuestra vida”, en aquél estrato en el que lo Otro produce algo que está siempre ya decidido, antes de que podamos siquiera planteárnoslo.
Pura falsedad. Cómo si quedara algún ámbito de certidumbre en un sistema que nos lanza más allá de la verdad y la falsedad, hacia el fascinante mundo de la imagen. Serán, en todo caso, imágenes especialmente recargadas, melosas, en su contenido material. Pero formalmente se mueven en el idéntico terreno en que discurre eso a lo que aún osamos llamar “nuestra vida”, en aquél estrato en el que lo Otro produce algo que está siempre ya decidido, antes de que podamos siquiera planteárnoslo.
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