Friday, December 23, 2005

Hay ciertas experiencias paradójicas magistrales. Ejemplo vivido está misma tarde: un largo paseo por estos pinares nuestros, que poca gente sabe apreciar en su diversidad apariencial, quizá sólo los pastores, o la gente que sube a los pinos a recoger sus piñas. El caso es que, tras pasear largamente por el interior de uno de esos pinares tales que no se perciben sus límites, y sin un camino a la vista, uno se siente ciertamente alejado de lo que al hombre respecta. Y si, por casualidad, en esas circunstancias uno oye un ruido propio de lo humano, por ejemplo, un ruido metálico, puedo asegurar que no es miedo, sino puro pavor lo que siente. Una vez fuera de los limes de la madrastra cultura, un ruido humano es “unheimlich”; mi soledad puede encontrarse con otra soledad en medio de un lugar “desterritorializado”, un lugar sin Ley, sin simbolicidad instituida; y en la no-Ley, en los parajes en que habita, todo Otro es temible.

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