Releyendo a Rilke:
“Oh, y la noche, y la noche, cuando el viento
lleno de espacio cósmico nos roe la cara”.
Y es un pensamiento que me atrae, porque estas frías noches otoñales no otra cosa nos hacen sentir, sino eso, un viento gélido que parece venir de los confines del universo, viento que ha eludido la presencia de nuestro cerbero mundano, el sol, para traernos desde aquellos ignotos lugares esta estancia sumamente dolorosa, inhumana: nos roe la cara, o nos la saja. Por no hablar de las reflexiones pascalianas a las que nos lanza, este maldito viento que nos habla de nuestra insignificancia, de los abismos infinitos que nos rodean, ante los cuales la razón sólo encuentra una salida digna: el vómito.
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