Sin miedo, sin esperanza.

Thursday, February 08, 2007

Cuenta Rilke a Lou Andreas Salome, en una carta:

"Hasta qué punto estaba entonces comprometido en cambiar, podía notarlo igualmente en el hecho de que incluso las cosas pasadas, cuando se me ocurría contar algo de ellas, me sorprendían por el modo en que reaparecían; si, por ejemplo, se trataba de épocas de las que a menudo había hablado anteriormente, hacía hincapié en aspectos inadvertidos o apenas conscientes, y cada cual adquiría, por decirlo con la inocencia de un paisaje, una visibilidad pura, una presencia, y me enriquecía, formaba parte de mí mismo, tanto y de tal modo que por primera vez me parecía ser dueño de mi vida, no por una adquisición, por una explotación, por una comprensión interpretativa de cosas caducas, sino por esta misma nueva veracidad que se esparcía también a través de mis recuerdos."

Y hay aquí toda una fenomenología de la conciencia; de la pesantez de la conciencia. En la simple vivencia presente no hay más que agobio y repetición. La conciencia del presente es presentimiento de lo que pasa sin ser visto. Es agobio de lo no-vivido en la vivencia. Presión infinita de lo que, invisible, deseamos sin poder alcanzar jamás.
Pero hay experiencias, aconteceres, que nos hacen sentir esa masa infinita, ese halo inaprehensible que rodea nuestro presente, que lo alancea y lo horada apenas. Rilke lo aprehende en la reminiscencia: visibilidad pura, presencia. Lo vivido en el pasado aparece, sin mediación, enriquecido por ese halo invisible, por lo puramente presentido.
Y, en un arte de la ilusión, i. e., de la paranoia, proyectamos (proyecta Rilke) un futuro así: cambiaré, seré dueño de mi vida; en lo por venir, habré de sentir lo (no-)vivido en lo profundo, como ahora (re-)vivo lo que sentí sin saberlo en el tiempo pasado.
Pero no cabe tal. Porque la reminiscencia (que no es recuerdo: el recuerdo es también mera vivencia) acrecienta en realidad el peso: el pasado se apresenta como tal pasado: sólo cabe nostalgia, "dolor del regreso" imposible. No cabe engaño.
Y así es.