Y en un gesto, nace un Mundo y muere. O mejor, en quiasmo: nace muerto.
Amar es imposible. Buscar en el Otro algo que ni siquiera el sabe, que ni siquiera el tiene. Y no buscamos por el puro placer que reporta la búsqueda; buscamos para poseer ese algo que el Otro no tiene, porque ese algo en realidad es lo que tiene al Otro, lo que lo sostiene apenas al borde del vacío del existir. Es un secreto incognoscible, para él más que para nadie.
Entre tanto, despliegues de repeticiones, estrategias de repetición que, creemos, nos aseguran una convivencia real, nueva, originaria. En la esperanza de no ser como los otros, repetimos gestos y palabras, tramos de simbolicidad que llenan el vacío de lo buscado inencontrable. Compulsión, muerte al fondo.
Pasillos vacíos, desacuerdos. La belleza, ¿salva algo?
Antes, cuando alguien tenía un secreto, subía a un monte y buscaba un árbol. Hacía un agujero en el tronco, y le susurraba el secreto. Después lo tapaba con barro. Así, se deshacía del secreto, de la pesantez del secreto.
Pero el secreto no dice Nada.
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