Bacon y Rothko, la impura Separación de lo Mismo. Opuestos, o mejor, yuxtapuestos, absueltos.
Bacon es el Cuerpo sin espacio previo. En Bacon asistimos a la factura del cuerpo, el cuerpo in fieri antes de todo espacio.
No, bien lo sabemos ya, Bacon no representa, ni siquiera presenta la trasposición de la interioridad del cuerpo en su aspecto externo, no metaforiza alguna supuesta “inquietud trascendental” (absurdo, angustia) de los adentros a través de la distorsión de la exterioridad del cuerpo. Porque lo que acontece en Bacon es la pura expresión de la apertura, de la exterioridad del cuerpo, sin un “adentro” correlativo, el aparecer del espacio por el cuerpo sin que haya espacio aparecido alguno.
En Bacon un ojo es un cuerpo. Un brazo es un cuerpo.
No, tampoco, porque la parte represente al todo. No es un micro-cosmos. Porque no hay kosmos, no hay taxis. Multiplicidad, sólo. Un brazo es un cuerpo, porque en el aparecer del espacio no hay todo, sino apertura.
Rothko, por el contrario, es el puro afuera que busca la raíz, apenas, de una Subjetividad en la que engarzar. Ojo: la raíz. No el núcleo, no la forma. La raíz, la(s) pura(s) sensación(es) plurales de un Mundo que nace al tiempo que aquél a quien se aparece, siendo este aquél una pura nada fuera del aparecer.
Sabemos, también: Rothko nada tiene que ver con abstracciones. Es la pura “concretud” de un fenómeno emergente. Fenómeno en el más estricto sentido: lo que se destaca de un fondo, siendo aquí el fondo
Lo Mismo, por tanto, Separado por el infinito de los Mundos plurales que hacen aparecer, en el murmullo inaudible de lo que, apenas sospechado, acontece a nuestras espaldas.
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